«Nadie se baña dos veces en el mismo río» Heŕaclito.
Hay momentos en la vida en los que sabes que cierta decisión que vas a tomar te puede afectar, en mayor o menor medida. Aunque, en mi caso, lo llamo “daños colaterales”: el precio de liberarse de alguien. Y, tal como en la milicia, hay misiones que me asigno en mi vida, que debo cumplir sí o sí. No me puedo dar el lujo de desertar, por más que se puedan cuestionar mis métodos, pero no mis resultados. Aunque no siempre salga bien, de eso voy a escribir hoy: del gran fallo que cometí hace unos días. No me arrepiento, pero me siento profundamente decepcionado de mí mismo.
Quienes llevan tiempo leyendo el blog deben conocer mi agridulce historia de amor, la última (todas han sido un fracaso). Esta última realmente me dejó marcado, tanto que, después de haber terminado con mi ex hace meses, no podía sacármela de la cabeza. De verdad estaba «obteniendo» cosas en mi vida; por primera vez podía sentir esos logros, aunque no los disfrutaba en lo absoluto. Sentía que, por dentro, me estaba desmoronando poco a poco. Me acostumbré a ella y sentí que no podía vivir con su ausencia. Un grave error fue apegarme a alguien que va por la vida como un viajero, experimentando emociones para luego desaparecer.
En cuanto a este caso, pues… el 12 de diciembre de 2024 decidí armarme de valor, equiparme y alistar mi moto para, junto con un amigo, embarcarme en una misión de la cual sabía que los porcentajes de éxito iban a ser muy bajos. De hecho, se lo decía a él: “Tenemos dos escenarios: uno muy bueno o uno muy malo, es 50/50… se puede esperar de todo”. Ante todo, nunca quise comprometer la seguridad ni la integridad de mi amigo, pero él, realmente fiel, decidió acompañarme en la gran misión. Yo prefería descansar al fin. Quizás mi último acto de amor era verla y poder hablar, solo quería escucharla e intercambiar algunas palabras. Nunca esperé, en absoluto, volver con malas intenciones o querer rescatar algo que sabía que se había perdido hace mucho tiempo. Aunque la esperanza es lo último que se pierde, ella, que se llama Esperanza, la perdí.
Después de trazar la ruta con mi amigo, sabía que no había vuelta atrás. Él, por más trasnochado que estuviera (trabajaba 12 horas nocturnas), no pensó dos veces en acompañarme. Expresaba que, si eso me hacía sentir mejor, entonces debía hacerlo. Realmente una gran muestra de amistad. El caso es que rodamos durante 5 horas por vías con cierto nivel de dificultad, y más para mí, que soy tan nuevo en la conducción. Aunque, para ser sincero, disfruté muchísimo la experiencia (a pesar de los resultados). A pesar de los muchos momentos en los que los nervios me pusieron a prueba por incidentes en la vía que casi hacen que no lo volviera a contar, realmente en la conducción todo el tiempo estás en riesgo, y un mal movimiento podría ser el último.
Siempre le expreso a mi grupo de trabajo, como líder: “Se debe tener muy en cuenta él antes, durante y después en cada acción para evitar una desgracia”. Y bueno, soy de los que pueden dar excelentes cátedras, pero que me sirvan a mí mismo es otro cantar, de hecho me asesore con un par de amigas antes de emprender al viaje, quienes me motivaron a hacerlo, me decían que si realmente yo sentía eso por esa chica era porque ella en algún momento me estaba pensando y pues, había correspondencia de «energía» por lo tanto, debía hacerlo o si no me arrepentiría toda la vida y eso hice.
Resumiendo un poco el viaje: pasé por lugares increíbles, rodeado de planicies, agua y rutas con bosques en sus laterales, como si fueran de esos dibujos que se podían ver en los cuentos de Disney. Realmente, áreas magníficas, muy naturales, en donde se puede respirar aire puro, donde la avaricia y la industria no se han apoderado tanto de ese pedazo de tierra. Allí, la gente, por más humilde que sea, te atiende de la mejor forma, con un carisma particular. El mismo lugar donde se puede ver un cambio regional algo radical: es Doradal, Cundinamarca, más concretamente Puerto Salgar. Para mí, ya parecen ser «costeños», aunque en su momento mi ex pareja me explicaba que allá era una combinación de todo un poco, pero seguían siendo paisanos. De hecho, también había tribus indígenas, lo cual me dejaba anodado al ver tantos cambios culturales. Incluso el clima era insoportable para mí; fue llegar al pueblo y sentirme bañado en sudor. Junto a mi pesado traje de protección, sentía que mi cuerpo se asemejaba a una babosa. Y lo más curioso es que fue pisar el pueblo y llegar a la casa de mi ex.
Mientras más me acercaba a mi destino, más me arrepentía. Realmente no sabía cómo reaccionar, cómo iba a romper el hielo, cómo me iba a presentar o qué iba a pensar la familia de esta chica. Ante todo, no quería quedar como un acosador ni que pensaran que iba con malas intenciones. Pero bueno, fue llegar y pensarlo muchas veces antes de tocar a su puerta. Primero, nos adelantamos unas cuadras más abajo para conseguir algún detalle con el que presentarme en su casa, así que decidí comprar algunos chocolates. Luego de hacer una estupidez (andar en contravía), los locales nos miraban raro, incluso nos corrigieron. Pero era un lugar que carecía de señales de tránsito y de hecho el mapa nos marcaba en dirección correcta jajaja fue demasiado heavy, el caso es que retornamos para la casa de esta chica ¿Saben qué sucedió? Lo que más me temía.
Toqué la puerta y me abrió la hermana de la chica. Me saludó con bastante entusiasmo y se dirigió hacia la habitación de la chica (la ventana da a un patio), donde le expresó mi llegada. ¿Y saben qué fue lo más surrealista? Que esta chica se levantó, abrió la puerta de su cuarto, me miró con la peor de sus caras y me tiró la puerta en la cara cuando me aproximé. Inmediatamente, se me cayó la sonrisa con la que la saludé. Entregué los chocolates a su hermana, que se notaba visiblemente incómoda, y ella me acompañó hacia la puerta. No sabía qué hacer. Le pedí disculpas y me despedí en voz alta: “Hasta luego, Esperanza, y discúlpame por todo”. Luego, me dirigí a mi moto, junto a mi amigo, y sentí que el mundo se venía abajo. Contuve mis lágrimas para no parecer débil y mostrar la poca fortaleza que me quedaba. Mi amigo se quedó sin palabras. Me subí a mi moto, la encendí y, por unos breves segundos, toda mi vida pasó por mi cabeza. Luego, aceleré tan fuerte que, en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba cruzando el pueblo.
Es la experiencia más humillante que he vivido y en la que puedo preguntarme demasiadas cosas. ¿Por qué tanto orgullo? Realmente siento que no merecía ese nivel de desprecio. Para obtener una reacción de ese calibre, tendría que haber cometido algo grave: una injuria hacia esa persona o cualquier otra cosa. Pero no fue así. Nunca hice algo que afectara su integridad. Ambos perdimos el empleo, sí… pero no fue directamente mi culpa. De hecho, ella ya tenía un seguimiento por ausentismo, y planeaban despedirla. Yo, por mi parte, la aconsejaba a cada rato.
Peor aún, a mí me sacaron de allí, por lo que ella expresó a mi otra compañera (ambos éramos líderes). Se liberó diciendo todo lo que nosotros habíamos experimentado. Y pues, en mi caso, aunque me enojé y sentí la peor de las traiciones, no la culpé y, al final, dejé pasar eso. ¿Por qué? Porque sentí que en ese momento ella necesitaba desahogarse con alguien, y lo hizo con la peor persona que pudo cruzarse en su vida. Esa misma persona detalló cada horrible palabra que salió de su boca sobre mí. Y aun así decidí hacer oídos sordos porque la amaba y sabía que esas eran palabras de rabia.
Ahora solo expreso: ¿hasta dónde llega la decadencia humana? Perdimos la humanidad, dejamos de sentir. Por más que luché para obtener sus palabras, fallé. Y pues, espero que esta vez sea la prueba definitiva de que tengo que olvidarla. Detesto la vida, detesto mi «suerte». Y si de aleatoriedad estamos hablando, creo que en todo el universo me tocó un desequilibrio: algo injusto e imperdonable. Quisiera olvidar y descansar; mejor, desaparecer. Quizás cambiar de identidad. Quiero dejar de ser yo, dejar de sentirme como me siento y, por fin, permitir que esas personas a las que he «afectado» se alegren con mi desaparición. Tal vez mi ausencia haga que sus vidas se restablezcan. Así lo veo yo.
Espero despertar de esta realidad, si es que estoy viviendo una simulación defectuosa. Por si acaso, me despido y agradezco a todos los que aún siguen ahí, los que me leen y me aconsejan. De verdad, les agradezco con el corazón. De hecho, un amigo en la red me hizo un excelente aporte.
“Compa la felicidad no depende de otro ser humano, busque dentro de sí mismo aquello que lo fortalezca y sienta verdadera felicidad, algo que lo llene, somos seres sociales sí, pero cada uno es un individuo que debe aprender a desarrollarse de la mejor manera. En mi caso, cuando no le vi sentido a la vida, fue Dios quien me rescato y ahora soy feliz a su lado y rodeado de las personas que verdaderamente les importo, ánimo compa” -David
Es lo más sincero que he leído en mucho tiempo. Por otro lado, si eres Esperanza quien lee esto, espero que algún día me perdones y ya no volveré a molestar, trataré de olvidarte; gracias por todo.
Gato, he estado leyendo, con cierto retraso, las entradas que has publicado sobre este tema. Tan solo espero que estés bien y que tu situación personal mejore a partir de ahora. La vida no es más que disfrutar de buenos ratos con buena gente y, desde luego, por este camino no ibas a lograr nada. Date tiempo, sana las heridas y sigue adelante, lo necesitas.