Hace un tiempo, recuerdo haber estado navegando por TikTok , cuando encontré un video de un hombre adulto encerrado en una especie de cápsula en la que se le escuchaba algo agotado dando una reflexión y explicando un poco acerca de su situación. Aunque el idioma nativo era el inglés, pude entender lo más básico gracias a los subtítulos. De allí fue que me empezó a interesar mucho más aquella historia y de por qué aquel hombre había terminado en aquella cápsula.
La persona de la que les estoy escribiendo fue un abogado y escritor estadounidense, Paul Richard Alexander (Dallas, 30 de enero de 1946 – ibíd., 11 de marzo de 2024), sobreviviente de polio paralítica. Fue una de las últimas personas que vivieron en un pulmón de acero después de contraer polio en 1952 a la edad de seis años. Paul falleció el 11 de marzo de 2024. Las razones de su muerte aún están en investigación.
Los pulmones de acero, ingeniosos dispositivos cerrados, funcionan como pequeñas bombas de aire. Al variar la presión dentro de estos recipientes, los pulmones del individuo se inflan y desinflan, facilitando así la respiración. Este avance tecnológico, surgido en el siglo XX, perdió relevancia tras la creación de la vacuna contra la poliomielitis por parte de Jonas Salk, que se hizo accesible masivamente desde 1955, mitigando efectivamente el impacto de esta enfermedad que dejaba a sus víctimas paralíticas.
Un momento de reflexión
Acá es donde uno se pregunta: ¿Cómo es posible que alguien en estas condiciones pueda graduarse, ejercer el cargo y escribir un libro? Realmente fue una persona que sirvió de gran inspiración, y el legado que dejó es un instrumento más para uno mismo para focalizarse y preguntarse: ¿Realmente estoy limitado? Se deben hacer esfuerzos para obtener más; no hay excusa, y más aún cuando cuentas con una muy buena salud. En el caso de Paul, durante su juventud pudo abandonar la cápsula por breves lapsos de tiempo porque aprendió a “respirar como una rana”, forzando el flujo de entrada de aire a sus pulmones. De esta forma, fue que pudo sacar su carrera en derecho y ejercer el cargo por unos 30 años, aproximadamente.
En cuanto a lo del libro, “Three Minutes for a Dog: My Life in an Iron Lung” (Tres minutos para un perro: mi vida en un pulmón de acero). Tardó cinco años en hacerlo, escribiendo él mismo cada palabra con un bolígrafo sujeto a un palo que llevaba en la boca (en otras fuentes mencionan que fueron 8 años y que era ayudado también por un amigo al dictarle las oraciones, pero varía la información según la fuente). Realmente es impresionante hasta dónde pudo llegar desde su encierro.
“Mi historia es un ejemplo de por qué tu pasado o incluso tu discapacidad no tiene por qué definir tu futuro”, dice, y añade: “No importa de dónde seas o cuál sea tu pasado, o los retos a los que te puedas enfrentar. Realmente puedes hacer cualquier cosa. Solo tienes que proponértelo y trabajar duro”.
Según leo en 2014, solo quedaban 10 estadounidenses que utilizaban un pulmón de acero, según el New York Post. En la actualidad sólo queda una chica Martha Ann Lillard (nacida el 8 de junio de 1948); Descansa en paz Sr. Paul.
Gracias a estas historias me digo a mi mismo día tras día; “vamos por más, no tengo ningún tipo de limitación y debo ser recursivo con lo que poseo, siguiendo tales ejemplos es imposible crear algún tipo de excusa”.
Les agradezco una vez más por leer y quedo pendiente ante cualquier corrección y demás; saludos.