El que se la queda, pierde

“En el fondo, sí esperaba que llegaras e interrumpieras mi boda”. Suena interesante, ¿no? Pero sin contexto, uno no entendería el sin sentido que se esconde detrás… o quizás sí. Esta imagen la tenía archivada en mis notas desde hace meses, ese lugar donde deposito todo lo que algún día puede convertirse en una idea, una historia, o en este caso, una reflexión.

Me topé con ese fragmento mientras hacía scroll por TikTok. Era el vídeo de una boda. Todo parecía normal —demasiado normal— aunque algo en la mirada de la novia no cuadraba. Parecía incómoda, como si estuviera en el lugar correcto con la persona equivocada. De pronto, aparece el mensaje que me sacudió: “En el fondo, sí esperaba que llegaras e interrumpieras mi boda”.

Creó no ser el único que se quedó con cara de “¡WTF!”.

Imagen obtenida de algún lugar de TikTok (ya no recuerdo la cuenta, fue meses atrás) Aunque si tienes más orgullo que vergüenza, escríbeme y la bajo.

Y es que, más allá de las conexiones obvias con la ficción —donde los cuentos de hadas nos han tatuado la imagen del “príncipe azul” irrumpiendo en la ceremonia para rescatar a la prometida de un matrimonio forzado—, lo que más me removió fue la crudeza de lo real. Porque en la vida real, cuando alguien aparece tarde, no se detiene la boda. Se detiene la vida de alguien (Qué rara vez ocurre).

Ahora bien, como el título… ‘El que se la queda, pierde’ fue lo que me hizo reflexionar bastante sobre ambas vidas (el esposo y la esposa):

  • Desde el lado del esposo: Es una tragedia silenciosa. Estás compartiendo tu vida con alguien que sigue atado emocionalmente a otra persona. No importa cuánto amor, cuánto esfuerzo, cuántos detalles pongas sobre la mesa… nunca será suficiente. ¿La razón? Estás luchando contra una imagen idealizada que no puedes alcanzar. Compites con un fantasma. Y cuando ella compare, porque lo hará, siempre perderás.
  • Desde el lado de la esposa: ¿Qué tan vacío hay que sentirse para llegar a ese extremo? Casarte con alguien que no amas, solo por cumplir con la foto perfecta, por miedo a estar sola, por presión familiar o social. Te vendes la idea de que podrás construir algo funcional con el tiempo, pero en el fondo sabes que todo estaría mejor si hubieras tenido el valor de elegir a quien realmente querías.

Lo peor es que me fui a los comentarios del vídeo, buscando alguna señal de ironía o vergüenza colectiva. Pero no. El 90% eran mujeres aplaudiendo la actitud de la novia, compartiendo experiencias similares, justificando decisiones igual de crueles bajo la máscara del empoderamiento o de una “nueva libertad”.

Historias donde, por capricho, orgullo o carencia emocional, dejaron de lado a quien realmente las amaba para quedarse con quien les daba validación temporal. ¿Y luego? Luego viene el vacío. El mismo vacío que ahora arrastran a otras relaciones como quien lleva una bomba en la maleta.

Y sí… yo también he vivido esas historias. También creí ser “el único” mientras ella me lo decía entre lágrimas, sólo para descubrir, después, que ni siquiera era el segundo. Al principio duele, pero después entiendes que no puedes competir con alguien que está dispuesto a mentirle a todos… incluso a sí mismo.

Al final, la vida no es una novela ni un clip viral. No hay redención en bodas tristes ni magia en un “sí, acepto” que esconde un “ojalá fuera otro”. Y quien se la queda… no se queda con el amor. Se queda con el eco. Con la versión marchita de lo que alguien más soñó, con los silencios incómodos en cenas fingidas, con los ojos que miran pero no brillan. Se queda con un cuerpo presente, pero con un alma que ya hizo las maletas hace tiempo.

Ese es el drama moderno: gente que elige por miedo, que ama a medias, que aplaude lo fácil y descarta lo honesto. Nos llenamos de relaciones disfrazadas de estabilidad, pero vacías de verdad. Nos convencimos de que lo funcional es suficiente, de que lo cómodo basta. Y así vivimos: con parejas que no nos incendian, pero tampoco nos salvan.

El problema no es perder a alguien. El verdadero problema es quedarte con alguien que, en el fondo, hace tiempo ya te perdió.

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