El silencio en la habitación

Hace mucho tiempo me fui de casa y si me preguntas hace cuanto fue, pues… he perdido la cuenta, he olvidado los días, asimismo como ellos me olvidaron a mí.

Los pensamientos idealistas son los que mayor nos causan daño, tal y como un “autoengaño” para sentirse bien consigo mismo, cómo si te estuvieras consolando de algo horrible, qué paso, ¿con qué fin? Evadir una realidad que tarde o temprano se hará presente, en resumen: Antes de retirarme de Ejército me hacía a la idea de volver a casa, abrazar a toda mi familia, luchar laboralmente lo máximo en lo posible para brindarles bienestar, darles esa seguridad de que todo iba a estar bien, sin los números rojos remarcando nuestras cuentas … Pensaba más allá de logros individuales, era en sí: un conjunto.

Si tan solo hubiera conocido los resultados actuales, en lo absoluto, me hubiera quedado en aquel agresivo lugar, dando una guerra sin sentido, obteniendo un beneficio temporal que se consume allí mismo, logrando méritos reconocidos solo en nuestra burbuja, en sí, un triunfo individualista, porque es donde no sé tiene ni mucho ni muy poco, solo lo justo para vivir bien, con gente leal a tu lado, chicas y algo de diversión en tiempos libres; más allá del temblor de labios obtenidos en aquel terreno lluvioso en medio de la nada, siendo parte de un saco de protección más de aquella fría trinchera.

Cambiar de ambiente fue volver a nacer, una adaptación demasiado complicada y que la gente de afuera no comprendía; básicamente un año en la milicia equivalen a dos-tres años afuera, te sientes desconectado totalmente. El regreso a casa fue una escala de decadencia totalmente… cuando llegue todo lucia tan bien, los más cercanos me esperaban con alcohol, tortas, globos y una organización tremenda donde todo mundo quería saludarme y enterarse de cómo estaba, de hecho la atención fue tan buena que me sentí el hombre más afortunado del mundo (la fortuna no iba a durar mucho) y ver que en la familia todos me colocaban como “el orgullo de la casa” me hacía sentirme especial, algo valioso.

Y… difícilmente, nada de lo anterior duro mucho, ¿les comenté a cuanto equivale el tiempo en la mili vs la civil? ¡Ah, si! En todo caso, mientras yo seguía en una causa, mi familia continuaba en la suya propia, mis hermanos culminaban sus estudios, mi madre seguía dándoles el mayor apoyo económicamente y eso equivalía a trabajar bastante, más de la cuenta, también su vida personal fue sumando “dependencias” más allá del amor, los malos hábitos se vieron más presentes; el alcohol y juegos de azar cómo evasión de la vil realidad.

Teniendo todo lo anteriormente mencionado en cuenta, se pensarán ¿cómo fue mi llegada? Ese respeto que me gane me hacía ver cómo una autoridad ético-moral superior, en referencia a mi trayecto en logros y no me malinterpreten, no llegue echándome flores, no quería que me observaran de aquella forma, de hecho llegue siendo lo más permisivo posible, aunque había muchas cosas que me molestaban en secreto y no me dejaban dormir, allí fue cuando vi que algo malo estaba sucediendo y que no me podía quedar en silencio ¡tanto sacrificio ¿para qué?! Entonces de ahí en adelante fue en donde empecé a moderar las situaciones en la casa, propuse una reunión, una charla seria y consciente en donde todos íbamos a colocar de nuestra parte para cumplir el mismo objetivo, sin tantas dependencias tóxicas de por medio…

¿Funciono? Negativo, mis palabras se las llevo el viento… en mi casa se presenciaba de todo: mala administración de dinero, vicios (juegos y drogas) y violencia intrafamiliar, al parecer ese alguien qué consiguió mi madre no era tan santo cómo decían, en sus andanzas solía tomar y mezclar drogas para luego llegar a casa a amenazar con matarnos a cada uno si tanto problema veíamos en él…

Hubo una noche donde aquel vil ser llego drogado y quiso desquitarse con todos en la casa, yo andaba por fuera, así que no me había enterado hasta que recibí una llamada de alguien que me decía “ven a casa, algo malo está sucediendo” de inmediato fui corriendo para encontrarme con una escena de desastre y más con mi llegada aquel vil potenciaba su amenaza, me sentí frustrado, apenado, humillado y de tantas formas indescriptibles ¿cómo había llegado yo hasta aquel punto? Para aquel momento dejé que se descargara toda la furia contra mí, sin hacer nada, en su favor tenía una droga muy potente que incrementaba su probabilidad de quitarme la vida (racionalmente no lo quería) y por suerte una patrulla de la policía ese día disuadió la situación ¿Y qué creen que hice? Yo no me iba a quedar de manos cruzadas, después de haber empuñado gran variedad de armas, de haber disparado y sentir mi vida desaparecer, no me iba a quedar tranquilo.

Al otro día, mientras aquel vil se encontraba en los cinco sentidos, decidí hacerle una visita a su habitación con un puñal de carnicería en mano, lo mire fijamente y le exprese: “Tanto quería que nos matáramos, ahora hagámoslo” mi locura andaba al 100% pensé en propinarle la mayor cantidad de puñaladas sin mediar palabras, pero algo me detuvo y fue la cobardía de este vil, sin demorar mucho, entre lágrimas expresaba “perdón”.

No soy nadie para perdonar, aún es el día que no concibo la palabra “perdón” aunque está en mi plano el trabajar “perdono, pero no olvido” sin remordimientos, sin dolor que tanto nos afecta y más mentalmente, pero si jamás olvidar, el recuerdo nos hace poco vulnerables a la repetición desastrosa.

En resumidas cuentas: creí que todo iba a mejorar después de ese punto de choque, pero jamás estuve tan equivocado cómo en esos días. Mi madre y mis hermanos decidieron qué yo era el problema, según ellos yo ya había perdido la razón, mi violencia no tenía freno, era todo una mente maquiavélico, un psicópata en potencia, prefirieron echarme a la calle cómo a un perro, después de tanto… todo por un nada.

Renacer en silencio

Me pude ir de casa con lo que tenía puesto y un par de bolsas de basura con algunas pertenencias y bueno, el resto es historia (ya he escrito un artículo sobre ese proceso) en resumen: pase a ser un extranjero en mi propia localidad, no tenía un lugar fijo donde dormir, no tenía una hora precisa en la cual comer o elegir qué comer, nada de eso, pase a ser un esclavo de mi realidad, por suerte un amigo me apoyo y me dejo quedarme en su sofá durante unas semanas mientras conseguía algo. No todo estaba perdido, tenía empleo, tenía salud y unos cuantos ahorros, gracias a eso pude irme al cabo de dos semanas para un apartamento pequeño en donde poseía una cama, un cajón, algo de ropa, un fogón de cocina, dos platos y mi gato, justo lo qué necesitaba… fue comenzar de cero.

“¿Alguna vez te has sentido completamente solo? Cuando comienzas a sentir esa sensación es algo satisfactorio porque sientes que no le rindes cuentas a nadie, sientes tranquilidad, pero cuando pasa el tiempo llega los peores pensamientos, no somos nada y no tenemos a nadie… nos vamos así como llegamos al mundo: infelizmente solos”

cita escrita en la calle en algún momento de frustración.

Todos los días hacía bastante esfuerzo para ponerme de pie e ir a trabajar, sonreírle a todo el mundo y al cabo de preguntarme “¿cómo estás?” fingir que todo estaba bien, pero nada lo estaba, únicamente podía llegar a casa desgastado, con mucha hambre y llorar en silencio mientras pensaba dos salidas definitivas:

1) Resistir lo más que pudiera.

2) El suicidio.

La muerte siempre estuvo rondando mi posada, no hubo día en el que no se me pasara por la mente, sacar un arma y dispararme o morir de otra forma, incluso el tomar venganza, ir cegado de odio por los que me hicieron tanto daño y acabar con sus vidas… por suerte aún tenía uso de la razón, todas ideas descabelladas fueron dejando de tener tanta importancia al pasar de los días.

¡ME PUSE DE PIE! Logre en lo posible olvidar, comenzar absolutamente desde cero, tal y como un sistema amnésico, olvidando todo cada día y partiendo del cómo algo “positivo” como base principal y de la que me basaría hasta el final de mis días y créanme que funciono; hice de mi soledad una virtud. Cada día fue a mejor, el silencio de mi apartamento hacía que pudiera fluir en total libertad, tomar las decisiones más apropiadas en pro de mi mejora personal, ya con organización de por medio elegía que comer, cuando comer, cuando salir, a donde salir, que ver, que usar y muchas otras libertades que no tenía, a pesar de ganar un salario ajustado sí que me daba ciertas libertades al estar totalmente solo.

La soledad también es un problema, a pesar de que tenía todas esas libertades, no tenía a nadie con quien compartirlas, perdí por completo amigos, familia… me sentía tal y como un extranjero en mi propio país, no conocía a nadie y nadie se interesaba por mí, podía vagar por horas en la calle y ver escenas familiares en donde todos andaban juntos, se la pasaban tan bien, mientras yo estaba a un lado, un fracasado sin ningún valor, uno del que si le llegará a suceder algo no iba a marcar gran diferencia, de hecho un inexistente.

Poco a poco la depresión me fue tomando poco a poco, ya no quería salir de casa, no podía dejar de llorar (las pocas lágrimas que me salían, soy muy robot) no podía ni siquiera levantarme de la cama, no tenía una razón justificable para hacerlo, era solamente yo en una habitación de cuatro paredes en total silencio mientras me ahogaba en mis pensamientos, me golpeaban los flasbacks, el arrepentimiento tocaba a mi puerta y la frustración me jalaba las orejas ¡y no sabía como responder! Era prisionero de mi mismo… ya no era yo, mi alma se había marchado de mi cuerpo, quizás el fracaso era mi condena.

Todos los días me pregunto a mi mismo si aún sigo 100% racional, he dejado de entender mucho el comportamiento humano, mi sonrisa se ha borrado por completo, paso sigilosamente por calles a realizar mis actividades sin involucrarme con nadie, de hecho lo que me ha salvado es la constancia del ejercicio, no hay día desde que salí del Ejército que haya parado con él y es lo que me ha puesto de pie para continuar, así sea solo para tirarme de la cama a realizar algunas flexiones de brazos que me levante el ánimo… la cuestión es que no he olvidado, aún me vienen recuerdos de casa, aquella gente sale en mis sueños, me siento cómo un perro que fue abandonado sin justa causa y con todo en la vida en su contra, resistiendo las inclemencias de la vida y aun así con “humor” para enfrentarle. Me siento muy vacío y más pasando las festividades de Diciembre donde todas las familias comparten mientras yo ando más abandonado que el Chavo, espero poder resistir a ello, hago un esfuerzo día a día de poder superar cualquier obstáculo físico y mental que se me atraviese, pero sé que tarde o temprano esto no va a aguantar y allí se acabara mi historia.

Michael Jastremski

2 comentarios en «El silencio en la habitación»

  1. ケインツロ ⚧️🏳️‍⚧️👾🛸 dice:

    Vaya, qué relato, qué vivencias, qué historia para contar…

    Por momentos, me dio la sensación de déjà vu, de haber leído esto hace mucho tiempo, pero, al mismo tiempo, como si esta fuese la primera lectura, porque la siento fresca en mi memoria, pero algo me dice, también, que ya fui testigo de estas palabras.

    Este artículo es de esos que me superan, que me dejan con la boca entreabierta, sin poder comentar específicamente sobre algún fragmento o párrafo.

    Pero más allá de eso, agradezco leerte de esta manera también, porque sé que plasmando esas vivencias y sensaciones lográs limpiar tu alma, por más que no te des cuenta en el momento (porque sus resultados se suelen descubrir tiempo después, cuando el proceso va a mitad de camino, cuando la madurez va tomando tonalidades esperadas).

    No sé si creerás en el karma, pero las energías del universo van y vienen y tienen una suerte de «memoria», por lo que todo vuelve, así que cuando las piezas comiencen a acomodarse en el tablero, no intervengas, simplemente seguí dedicándote a tus cosas, como todos los días, casi ignorando la sorpresiva situación por la que puedan estar pasando aquellas personas que te hicieron daño.

    Un fraternal abrazo desde el Cono Sur. 🤗

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    1. Gatooscuro dice:

      ¡Qué gran aporte! Totalmente, es un descargo de emociones que me liberan, siendo este un motivo de vergüenza en mi vida real y de absoluta reserva; valoro enormemente esa contribución positiva a estos temas que no siempre son esperados. En si, un largo proceso de superación y donde más resalta el dicho “Lo que no nos mata, nos vuelve más fuertes”.

      Igualmente un abrazo fraternal desde el apogeo de la melancolía paisa.

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