Hace un tiempo escribí un artículo titulado “A punto de tirar la toalla“, que según mi blog fue publicado el 12 de febrero de 2025. Lo que se pensaba terminó finalmente siendo una realidad: el 1 de abril de 2025 me hice a un lado, poniendo fin a una etapa de explotación laboral sin límite, en la que al fin pude decir “es suficiente”.
Llevaba realizando mi labor en aquella empresa alrededor de 7 meses; es el lugar en donde menos tiempo he durado. Aunque desde el primer momento me llevé una terrible impresión, no podía dar marcha atrás y lo tomé como un “desafío” el poder laborar allí a pesar de tantos puntos negativos. Cuestión que, para entenderlo mejor, debes leer el artículo enlazado, que para resumir es: demasiado ego de sus encargados, formas de trabajo demasiado a la antigua (casi a lápiz y papel), poca inversión, mucha exigencia, pagos no tan motivantes, extensas jornadas laborales y un orgullo de su gerente como nunca antes lo había visto. A costa de todo, siempre quería tener la razón. Eso sí, me sorprende que tal artículo lo haya publicado en febrero y solo casi dos meses después haya tomado la decisión. Fueron tiempos difíciles, pero aguanté. ¿Y qué gané? No mucho.
La experiencia “es lo que importa”
Nunca se me van a olvidar las palabras de uno de mis encargados en su momento. Mientras dialogábamos sobre todas las falencias que había en la compañía y en cómo era casi imposible que cambiara, este me indicaba: “La experiencia es lo que importa. No todo puede ser dinero; en algún momento, lo que estás viviendo aquí lo vas a poder utilizar a tu favor. Podrás ingresar a un mejor trabajo, con mejores prestaciones y un largo etcétera“. Cuestión que, por más que lo pensara, me parecía demasiado optimista. O sea, tenía algo de razón, pero también exageraba un poco respecto a lo que en realidad era. Literalmente, estábamos trabajando casi con las uñas, en ocasiones incluso teniendo que sacar de nuestros bolsillos para reponer algo que hacía falta o que era necesario para que se prestara un buen servicio, algo con lo que nunca he estado de acuerdo. Pero, como dicen, “cuando toca, toca”, porque realmente no quieres pasar un mal rato en tu segunda casa, que es donde más tiempo pasas. Por lo que tratarás de que, por lo menos, ese lugar sea “menos caótico”. Pero tampoco la idea es romantizar la dejadez de sus encargados, quienes solo quieren exprimir al trabajador a su máximo nivel y llenarse los bolsillos de dinero: menos inversión, más esfuerzo.
A pesar de todo, quería permanecer lo más que se pudiera, por lo menos un año, para poder tener la experiencia certificable de que ocupé dicho cargo, que, como les conté en su momento, era nuevo para mí. Por lo tanto, debía aprovecharlo al máximo para, en vez de retroceder en mi pirámide laboral, avanzar mucho más. Pero llegó un momento en que sentí que mi cuerpo ya no estaba respondiendo tan bien como antes; sentí rápidamente cómo ganaba peso por el estrés, cómo todo el tiempo me mantenía con migrañas debido a tener que estar TODO el tiempo buscando soluciones a problemas. Además, las responsabilidades siempre recayeron en nosotros, en dicha central. Era como recibir una patada en los huevos casi todos los días, no poder hacer nada; lo contrario, dar las gracias. Un golpe bajo en el orgullo, que cada día me hacía pensar: “¿Hasta cuándo -mi nombre-?”.
Siempre hay un miedo irracional a lo desconocido, en este caso por renunciar. Durante todas esas etapas del antes, durante y después surgen demasiadas inquietudes, muchas con pocas respuestas. Pero ahí es donde uno tiene que saber escuchar a su instinto y plantearse que, si realmente uno es bueno en lo que hace, CUALQUIER escenario al que se adentre será pan comido para ti. De esa forma, pude avanzar en mi pirámide laboral en su momento. Cuando comencé en el tema de la seguridad privada, lo hice incurriendo desde lo más abajo, como vigilante (no me malinterpreten, nunca dejamos de serlo). Pero dentro del gremio hay demasiadas formas de ejecutar la labor y también hay “categorías” o áreas de trabajo muy diferentes que buscan cumplir la misma función. El punto es que, cuando comencé, lo hice realizando esa ejecución de seguridad física en las tiendas, y créanme que es una experiencia difícil. Me gané cada maldito peso, muy sudado. Fue el sitio en donde “aprendí” qué era dicha labor, pero a la que quisiera no volver a ejecutar. Desde aquel entonces pensaba: ¿habrán peores lugares? Y no, no los he visto hasta el momento, y eso que he trabajado en centros comerciales, áreas industriales, obras, área hospitalaria, etcétera, aunque claro, ya bajo otros cargos.

En este caso, mi miedo era el de “comenzar de cero”: volver a tener que conocer otra empresa, otras formas de trabajo, compañeros y directivos diferentes, con diferentes personalidades que iba a tener que volver a detallar, analizar y aceptar. Otra vez dar a conocer mis habilidades para ser catalogado y beneficiado por ello, nuevamente conocer tantas cosas… mismas de las que en ese lugar ya eran muy familiares para mí. Tenía bajo mi supervisión de trabajo alrededor de 80 puestos, cada uno con alrededor de 3 a 8 personas. Ya conocía sus formas de trabajo, sus formas de pensar; también conocía las formas en que se desempeñaba la labor en cada uno de esos lugares, que al principio fue duro, pero lo logré debido a que en su gran mayoría tienen enfoques muy diversos, con puntos muy particulares por los cuales no se puede tener una exigencia generalizada. Justo cuando más había tomado el control, decidí dejar el barco, y claro que duele. Ya para mí manejar ese lugar era algo “sencillo”; podía incluso hacerlo con los ojos cerrados, cuando al inicio me dio bastante duro. Aún recuerdo discusiones acaloradas con guardias y supervisores descriteriados, quienes, aprovechándose de mi “iniciación”, querían imponer sus formas de trabajo cuando era lo contrario. De ahí que, al tiempo, ya me había hecho renombre; ya se sentía el respeto. Ese “karma” o puntuación que otro lugar iba otra vez a tardar en ganármelo.
Un barco se hunde junto a su capitán
Los últimos meses allí fueron difíciles: las renuncias no paraban, el trabajo incrementaba y el trato del gerente y sus sucesores parecía romper cualquier norma de bienestar actual o cualquier código de conducta ético establecido por nuestra nación. No se tenía derecho a refutar nuestras desmejoras, ni siquiera a solicitar, como si se tratase de un esclavo, una mejor forma de trabajo, con protocolos dignos de una empresa de nuestra época. Básicamente, las respuestas del gerente eran: “Son mis reglas; si no les gustan, se pueden ir”. Y claro, ¿cómo no tener esa clase de pensamiento de mierda cuando no conoces la necesidad? Es gerente no por sus méritos, sino por su familia: heredó tanto la empresa de seguridad privada como la academia de seguridad del mismo nombre, por lo que el dinero nunca ha sido su preocupación. No le interesa si a una persona se le retrasó o no el pago, y anda exhibiendo su lujosa vida con carros deportivos, joyas y demás. ¿Qué se puede esperar de ese prototipo de persona? Nada.
Día a día se notaba cómo los diferentes lugares que se controlaban iban perdiendo fe en la empresa, por su desmejora, por su poca inversión en tecnología e implementos para su personal. De allí que se perdieran más puestos de los que se ganaban, y los que se mantienen lo hacen por “fidelidad”, ya que sus encargados o son socios o conocidos de la familia; todo un maldito círculo vicioso.
La última gota que colmó el vaso fue que, en los últimos días, nos hicieron modificaciones en nuestra forma de trabajo. Básicamente, era extender nuestro horario laboral con más días de labor (tiempo y días) por el mismo dinero. Fuera de ello, también se planteaba que hiciéramos la labor de “vigilancia” física en algunos puestos, debido a que en esa programación extensa siempre iban a sobrar dos días por quincena, por lo que era un “compensar”. Y bueno, acá la pregunta era: ¿a costa de qué? Yo, de forma muy decente, presenté mi solicitud con argumentos ante tal locura de idea, que iba en contra de cualquier forma correcta de trabajo (¿Dónde carajos están los malditos SSTs? – Seguridad y Salud en el Trabajo?). El caso es que la respuesta de ellos, básicamente, fue: “Tiene más retroceso un avión”. Ese mismo día, por mi orgullo, decidí actualizar mi hoja de vida y analizar otros horizontes.
Aw sh*t, here we go again – Ah diablos, aquí vamos de nuevo
Terminando mi turno de trabajo, salí de este lugar con un presentimiento, pronunciando en mi cabeza la frase de CJ: “Ah diablos, aquí vamos de nuevo”. Y sí, sabía que no volvería a aquel lugar. Justo antes de empezar a caminar, recibí una llamada de uno de los sitios a donde había mandado mi hoja de vida; era gracias a una referencia de un amigo que me había recomendado. Lo primero fue: “¿Puedes presentarte a entrevista?” A pesar de que estaba totalmente derrotado, venía del turno nocturno y me había marcado 15 horas de trabajo debido a los cambios en horario que comenzaban a regir desde ese día. A pesar de todo, acepté, subí a casa, que me quedaba a 1 hora, me bañé, organicé y me fui hacia aquel lugar que me quedaba a 40 minutos. Para mi sorpresa, me entrevistó el gerente de esa empresa, y de primeras noté la gran diferencia con el anterior: mucho más humano, con su carácter, pero más humano. Eso sí, me expresó que conocía las horas que yo venía laborando, pero que había veces en la vida que tocaba ponerse la camisa y esforzarse el doble. Por lo que, si aceptaba, comenzaba ese mismo día. ¿Qué creen que dije? El tiempo se detuvo y lo pensé demasiado. Venía trabajando sin descanso hacía mucho tiempo, me sentía agotado y enfermo internamente, pero decidí aceptar para tener algo “seguro”. Me dieron un par de horas para dormir en casa y volver, cuestión que hice. Recibí mi capacitación de horas y al día siguiente comencé mi horario de 06:00 a 18:00, sin supervisión, marcándome un récord en horas trabajadas. Pero bueno, son esfuerzos que en algún momento valdrán la pena. Al menos, de cierta forma, “ascendí”. Es la misma labor que venía desempeñando en el anterior lugar, pero bajo otro cargo y con MUCHA diferencia. Aquí sí se nota la inversión en tecnología y herramientas. En el anterior quisieron muchas veces iniciar la certificación como supervisores, pero nunca lo lograron, por lo que el cargo era certificado como “Operador de Medios Tecnológicos”. Quienes trabajan en el gremio lo entenderán. En esta actual ya es certificado como “Supervisor de Central”, cuestión que abre muchas más puertas dentro del mismo gremio.
De momento, me he sentido bien trabajando en este nuevo lugar. Como todo, tiene sus pros y contras, pero es “aceptable”, observándolo de forma estoica. Debido a que gano menos dinero, pero obtengo experiencia certificada como supervisor, y a su vez la forma de trabajo es mucho más tranquila. Pasé de tener un 99% de responsabilidades a un 20%, más o menos, por lo que la diferencia es mucha. Ahora tengo mucho más tiempo “muerto” que, a pesar de que lo laboro, puedo estar estudiando (que es lo que estoy haciendo actualmente), leer, escribir o hacer otras actividades, obvio sin desentenderme de mi labor principal. Por lo que, a mi pensar, está todo equilibrado… al menos de momento. Ya veré en unos meses, aunque mi deseo es superar como mínimo el año y buscar mejores oportunidades de entrada de ingresos.
Se siente un poco el clickbait por el título: ¿Por qué GatoOscuro “tuviste opciones”? Lo estaba olvidando mientras escribía; recuerden que no tengo guiones y siempre escribo primero el título. Pues… básicamente, trabajo para mi familia, lo de necesidad básica. No tengo pareja, no tengo hijos, soy solitario, no salgo de casa y, cuando salgo, gasto poco. Más o menos ese es mi perfil. Y, lastimosamente, trabajé con compañeros y algunos encargados que me sucedían, que estaban totalmente aburridos con el rumbo de dicha empresa, pero NO podían darse el lujo de irse, por sus responsabilidades y deudas… eso es jodido, querer irse y no poder; una desgracia.