YouTube no quiere espectadores… quiere perfiles. ¿Nos ganó la guerra?

Para nadie es un secreto que, dentro de la comunidad de la privacidad y la seguridad en línea, se ha estado librando una guerra bastante grande desde hace mucho tiempo con YouTube, todo por el hecho de querer combatir sus anuncios y de ser menos “identificable” en la gran red. Es un tema que tiene bastante por abarcar, aunque, en este caso, las dos situaciones más conocidas son las siguientes:

  1. El caso donde sabemos que debe de haber una rentabilidad, que, para que los creadores de contenido sigan generando más contenido de “calidad”, deben de tener la posibilidad de ganar algo y, claramente, quienes ofrecen dicho servicio también tienen que obtener algún tipo de ganancia; por ende, es razonable convivir con anuncios y/u otras formas de obtención de ingresos (suscripciones, servicios plus, etc.).
  2. El caso en el que estamos cansados de los identificadores publicitarios, de la compraventa de datos por parte de las grandes Big Tech y de que compañías como Google posean tal cantidad de información sobre nosotros que puedan crear un identificativo único casi idéntico a nosotros mismos. Por principios de privacidad, deseas estar un poco “fuera del foco” y, por ende, utilizas alternativas a dicha plataforma o, en su defecto, no haces uso de una cuenta específica para disfrutar de su servicio que, desde el principio, fue abierto, pero casi desde el anonimato (casi, porque puedes ir de limpio con tu gran identificador: tu IP).

Por lo que, los muy descarados, tras que toca convivir con una infinidad de anuncios, también pretenden que aceptemos que nuestros datos sean “sniffeados” y vendidos al mejor postor; el gran negocio de Google.

Como puedes leer, ambos casos son respetables; tienen su razón de ser, ¡con todo el sentido! ¿Y bien, qué es lo que sucede? Pues… cada día que pasa es un poco más difícil sostener el segundo caso; parece que, sí o sí, tendremos que aceptar solo una situación, sin derecho a elegir.

Al momento de escribir esto, YouTube resulta inaccesible desde front‑ends como NewPipe, FreeTube, etc. Por lo general, se encuentran siempre operativos o, cambiando entre instancias con Invidious, se puede mitigar bastante los errores, pero… cada vez es más común encontrarte con un baneo de IP, la cancelación de una instancia o algún tipo de restricción. En mi caso particular, siempre voy con la VPN activa y, pues, la gran mayoría de ubicaciones que suelo utilizar por mejores garantías terminan siendo las más vetadas. ¿Y saben qué es lo peor? Que dejas dichos servicios de lado porque sabes que, al fin de cuentas, dentro de sus políticas, términos y condiciones, dichas plataformas no están admitidas. Pero ahora nos encontramos con que, desde la página principal de YouTube, te obligan a completar un captcha cuando sospechan de ti; es decir, para quienes tenemos un bajo perfil con nuestros protocolos para mejorar nuestra privacidad y seguridad en línea (como los fortalecimientos con el navegador base + DNS y VPNs), son captchas que, al menos a mí, me hacen entrar en un bucle infinito, obligándome a loguearme con alguna cuenta para poder reproducir contenido. ¡Qué bajo han caído! Son una industria que mueve demasiado dinero y siempre quieren quedarse con todo el pastel; eso tiene una palabra y es: avaricia.

Captura de pantalla con el captcha interminable.

Ahora me la paso de captcha en captcha, tal y como si estuviera navegando en la Darknet, pero en la Clearnet (no tiene sentido). Para quienes puedan argumentar que dichas direcciones están reportadas por abuso, no: verifiqué y están dentro de lo normal. Y sí, el abuso en dichas direcciones es algo que aceptar, pero no siempre sucede en todos los espacios; de hecho, esos proveedores trabajan constantemente para mitigar los usos malintencionados.

¡Ah! También quieren conocer mi dirección de domicilio jajaj

Ejemplos recientes que confirman lo anterior

En octubre de 2024, el proyecto NewPipe quedó atrapado en un bucle de captchas y errores 403: el reporte #11661 de GitHub reúne decenas de testimonios de usuarios que, aun sin cuenta y detrás de una VPN, ya no podían cargar un solo vídeo sin pasar por la verificación de Google. El hilo en Reddit replicó el mismo síntoma: “demasiadas peticiones” y bloqueo automático de IPs que antes funcionaban sin problema.

La ofensiva no se detuvo ahí. Las instancias públicas (y las autohospedadas) de Invidious empezaron a caer como fichas de dominó: errores de “connection reset”, IPs en listas negras y la recomendación desesperada de rotar IPv6 para esquivar la guillotina. El propio mantenedor de la app YunoHost describe cómo YouTube bloquea a la plataforma desde mediados de 2024, forzando a muchos a abandonar el servicio o a esconderlo tras proxys cada vez más exóticos.

Otro síntoma más reciente: desde comienzos de 2025, la página principal de YouTube muestra el mensaje “Sign in to confirm you’re not a bot” a quien navega sin cookies limpias o con VPN activa. Usuarios en varias comunidades reportan pantallas grises que impiden la reproducción hasta iniciar sesión, convirtiendo el anonimato en un callejón sin salida.

El cerco se estrecha también por el flanco de los bloqueadores de anuncios. Un reportaje de Wired reveló que la campaña de YouTube contra los ad‑blockers provocó, solo en octubre de 2023, un récord histórico de desinstalaciones —y reinstalaciones de herramientas alternativas— mientras la plataforma mostraba pop‑ups que denegaban el acceso completo a los vídeos.

Finalmente, los foros de Brave y otros espacios de privacidad documentan la lista creciente de IPs de VPN marcadas como “sospechosas”: basta activar un túnel para saltar de vídeo en vídeo y acabar atrapado en un desafío de captcha infinito o, directamente, ante una pantalla que exige desactivar la VPN.

En conjunto, estos incidentes pintan un cuadro nítido: cada nuevo parche de Google dificulta un poco más mantenerse anónimo o, siquiera, semifurtivo. La pretensión de pasar desapercibido sin identificadores, cookies ni rastreadores se convierte en una carrera de obstáculos que la propia plataforma recalibra semana a semana en nombre de la “seguridad” —o, dicho sin maquillaje, en nombre de un modelo de negocio que ya no admite grises.

Actualmente, diversos proyectos como NewPipe, Invidious, Piped y herramientas como yt-dlp se encuentran en constante desarrollo para mitigar y eludir los bloqueos impuestos por YouTube. Estas plataformas han comenzado a implementar nuevas estrategias como la falsificación de parámetros de sesión, el uso de proxies firmadores externos, y la integración de extractores actualizados que imitan el comportamiento de los clientes oficiales. Pese a ello, el panorama sigue siendo una carrera de desgaste: cada ajuste técnico solo ofrece una ventana temporal de funcionamiento antes de que los mecanismos anti-bots de Google vuelvan a cerrarla. Aun así, la comunidad libre y descentralizada continúa resistiendo, adaptándose y buscando nuevas formas de sostener el acceso sin entregar la identidad.

Gracias por leer; quedo atento de cualquier corrección y/o aporte; saludos.

Imagen sacada de acá

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