Mi experiencia cómo guarda de seguridad – II

En el artículo anterior, en el que comencé a tocar oficialmente el tema del gremio de la seguridad privada, resumidamente traté de abordar toda la información más importante para luego adentrarme poco a poco en los subtemas y experiencias relacionadas con ello; mis vivencias durante estos años en los que he ejercido en el ámbito de la seguridad privada.

Espero poder abordar toda la información como guardia de seguridad en este artículo. Si crees que me he saltado algo, escríbelo y trataré de actualizarlo.

Mi comienzo

Mi llegada a la seguridad privada fue imprevista; de hecho, nunca fue una labor que me llamara la atención. Cuando supe de ella, quise evitarla a toda costa. ¿Por qué? Porque en Colombia es un trabajo muy menospreciado; la gente lo desvalora demasiado debido a su rol y funciones dentro de las respectivas empresas y puestos de trabajo.

Además, dicha labor ha tenido una transición muy grande. Resumiendo bastante, en sus inicios no contaba con el apoyo jurídico y prestacional que se posee ahora, por lo que las funciones eran demasiado básicas y algo así como “improvisadas”, donde el guarda era algo así como un portero que cumplía funciones mixtas o, como se le llama aquí en Colombia, “oficios varios”: un porcentaje de rol de seguridad, de aseo y de cuantas funciones quisiera asignar el encargado del puesto, cuestión que ha cambiado con el tiempo, se ha oficializado más el rol para quedar cómo tal “oficial de seguridad”.

El caso es que, ¿Cómo terminé aquí? Pues… había salido del Ejército, me encontraba sin un rumbo fijo y, cuando comencé a buscar oportunidades de estudio, no lo logré. Las cosas se vinieron abajo en casa; fue una de las épocas más difíciles para mí, debido a que mi familia me dio la espalda. Tuve que independizarme y comenzar desde cero, por lo tanto, tuve que buscar un oficio en el que pudiera sustentar mi vida.

Entre búsqueda y búsqueda, di con la seguridad privada, donde los requisitos mínimos eran: ser mayor de edad, tener libreta militar de primera clase (para los hombres), ser bachiller, contar con el curso de seguridad privada como guarda, que en ese tiempo realmente no era un curso muy caro (aproximadamente 160,000 mil pesos colombianos) y un tiempo de capacitación de por lo menos 2 semanas; también era necesario no tener ningún antecedente penal, judicial y administrativo.

Todo parece muy sencillo, ¿verdad? Realmente es 50/50, debido a que las mejores empresas con las mejores ofertas de trabajo son las que más exigen experiencia laboral, y para alguien que apenas comienza, es un completo lío. ¿Cómo comienzas en una labor en donde, como mínimo, te exigen 6 meses de experiencia? Pues… ahí es donde tienes que recurrir a las empresas con peor reputación, con salarios un poco injustos y con una explotación laboral hasta el tope.

Bienvenido a la tienda

Mi comienzo como guardia fue en uno de los puntos más exigentes de la ciudad, del que muchos optan por omitir, y fue entrar como guardia de una tienda comercial, en mi caso, trabajar en Homecenter. ¿Cómo fue esa experiencia? Realmente agradezco mucho a quienes me dieron la oportunidad como guardia de seguridad en las tiendas Homecenter, pero salí de allí con un sabor agridulce. Aprendí mucho sobre la seguridad privada; fue donde más avancé en protocolos de seguridad y le perdí tanto miedo a interactuar con la gente, que, a diferencia del Ejército, contabas con un respaldo penal grandísimo. Además, el factor psicológico, con el armamento de por medio, hacía que fuera más fácil lidiar con los problemas de la población. Ahora, en la seguridad, pierdes mucho respaldo; solo queda tu palabra y hacer respetar tu rol en el lugar, que como mínimo será respaldado por el supervisor o jefe de seguridad.

Era una labor bastante desgastante; trabajaba de 8 a 10 horas diarias, con solo un día compensatorio que era notificado durante la semana. Aunque era más común doblarse en turnos debido a las constantes renuncias que se veían en el lugar, por lo que el día a día era básicamente estar capacitando a personas que entraban para luego salir. Había días en que tocaba hacer 12, 13 horas e incluso más, lo cual era muy deprimente, en un lugar donde la presión laboral siempre se mantenía al 100%. ¿Qué se hacía allí? Básicamente, había varios puestos con diferentes funciones que eran rotativos, de la siguiente manera:

  • El puesto principal, llamado “Faro 6” : consistía en realizar el control de acceso de las instalaciones. Se ubicaba en las puertas principales y era quien revisaba todo lo que entraba y salía, especialmente lo que salía. Era necesario revisar las facturas y con una terminal móvil llamada “Zebra” escanear las facturas de compra y cada uno de los productos que se alojaban en dicha factura. La clave era revisar realmente los productos que eran más caros o vulnerables (había un listado de los productos más robados), debido a que la gente se molestaba mucho si se les revisaba cada uno de los productos. En horas pico, siempre se generaban demasiadas filas con las personas que solo iban a salir. También tocaba revisar a quienes salían sin compra; dicha inspección era solo visual, asegurándose de que no llevaran ningún abultamiento o algún objeto identificable de la tienda.
  • Funcionarios : consistía en atender y encargarse de todas las revisiones internas a empleados de la propia tienda, realizar todos los procesos de asistencia, salida, revisión, reportes, etc. Todo lo que tenía que ver con el personal interno. Aunque también cumplía con el mismo rol del puesto principal, siempre era en una
  • P1 : consistía en ser la máxima autoridad del patio constructor. Como bien saben, las tiendas Homecenter se dividen en dos: una parte de todo lo que tiene que ver con objetos del hogar y otra parte que solo tiene que ver con materiales de construcción. Allí atendías tanto al público como a una dependencia de transportadores que se encargaban de cargar el material para determinadas direcciones. Era uno de los puestos con mayor responsabilidad y también de los más cargados, ya que eras tú solo, con el acompañamiento de algún prevencionista, para atender todo lo de ese lugar. Básicamente, todo lo que entraba y salía. Y sí, no quieren imaginarse lo que es recibir un cargamento de varillas, quedándote desde las 8 de la mañana hasta casi las 4 de la tarde o más, contando una por una. Si te hace falta alguna y no lo detectas, para que sea detectada por alguien más, ¿adivina quién paga? Tú. Por lo que es supremamente importante en este puesto revisar todo lo que llegaba, uno por uno, sin importar el tiempo que tardase.
  • Recorrendor : consistía en mantener vigiladas a las personas más particulares o extrañas (presuntos ladrones) por todos los pasillos, todo apoyado por el personal de CCTV. El operador de cámaras era quien nos mantenía sincronizados todo el tiempo a través de nuestro radio de comunicación acerca de todos los movimientos sospechosos que ocurrían en el lugar. Era extremadamente importante estar en todo momento alerta. A su vez, esta persona se encargaba de asegurar la mercancía y realizar marcaciones. Había algunas especies de “guayas” que se colocaban a los productos más costosos para que, en caso de ser hurtados, sonaran como alarma al salir por alguna de las puertas principales si no eran detectados
Recuerdos de esos días de guarda de seguridad.

Es un resumen de toda la operación que se veía allí. Básicamente, se hacía TODO con respecto a la mercancía; la revisábamos, la recibíamos, la marcábamos, la asegurábamos y todo el proceso que tuviera que ver con ella. ¿Para qué? Era un poco injusto tanto arduo trabajo para ser siempre tomados como segunda opción o en segundo lugar. Para quienes no lo sepan, la seguridad privada en estas tiendas es contratada como personal de terceros, por lo que no se tiene derecho a la gran mayoría de prestaciones que brindan las marcas, que en realidad son muchos beneficios, pero solo son dados a los empleados internos. Así que era un trabajo en el que básicamente vivías allí todo el tiempo, enfrentando escaperos todos los días y haciendo grandes procesos con la mercancía, para tan solo ganar un salario mínimo y, en ocasiones, incluso menos debido a que había problemas en las facturaciones de turnos. Y, peor aún, la empresa a la que pertenecías provenía de la capital, por lo que la atención para nuestra ciudad era otro tema molesto, ya que las respuestas a cualquier diligencia interna solían durar demasiado tiempo.

Proceso de aprensión

Ahora bien ¿Qué sucedía cuando se atrapaba a alguien hurtando algun elemento? Es acá donde entra el proceso de aprensión, qué en Colombia se efectúa de la siguiente manera:

  1. Identificación del hecho : La seguridad privada monitorea el comportamiento de los clientes y empleados a través de cámaras y vigilancia directa. Se identifican situaciones sospechosas que puedan indicar un robo o una actividad ilegal.
  2. Confirmación : El personal de seguridad verifica la situación a través de la observación directa o mediante el uso de cámaras de CCTV para confirmar el intento de hurto.
  3. Intervención : Si se confirma un intento de hurto, el personal de seguridad tiene la facultad de intervenir. Esto puede incluir detener al sospechoso en el lugar, siempre respetando la ley y los derechos de la persona.
  4. Aprehensión : Una vez detenido, el sospechoso es mantenido bajo custodia en un área designada hasta que se tome una decisión sobre su futuro (denuncia o liberación).
  5. Notificación a la policía : La seguridad privada debe informar a las autoridades competentes sobre la aprehensión. En muchos casos, se requiere que la policía se haga cargo del detenido para el proceso legal correspondiente.
  6. Documentación : Se elabora un informe detallado de la situación, que incluye la descripción del incidente, las acciones tomadas y la identificación del detenido. Este informe es crucial para cualquier procedimiento legal posterior.

Este es el proceso más delicado de toda la operación, debido a que en Colombia el guarda de seguridad legalmente está muy desprotegido; tiene más obligaciones que derechos, y no puede actuar al 100% porque se les otorgan incluso más derechos a los ladrones que a la propia seguridad. De hecho, siempre deben ser tratados como “presuntos”, por más que puedas confirmar el hurto y tratarlos de la mejor forma. Es allí cuando uno confirma que quienes crean las normativas no son los mismos que las ejecutan o las viven, ya que en la operación sucede todo lo contrario. Por más que se intente respetar los derechos del presunto, cuando este se pone agresivo e intenta agredirte, ahí es cuando cambian demasiado las reglas del juego y el personal de seguridad más nuevo se bloquea, porque realmente nunca se enseña qué puedes hacer o no hacer en ese momento acalorado. Por más que él actúe o intente, no se le puede afectar y tampoco dejarlo ir. Además, también hay un tiempo de retención límite; si no llega la policía, hay que soltarlos automáticamente o se estaría cometiendo un delito, algo así como “secuestro”. Son esos vacíos legales demasiado absurdos que parecen haber sido hechos por delincuentes y no redactados por un ente correcto y racional.

Realmente es un proceso en el que jamás existen garantías. De hecho, el 95% de los aprehendidos queda en libertad, y todo se debe a un sinnúmero de características. Puede ser por: tiempo límite de aprehensión, pruebas mínimas, exceso de autoridad, no tener antecedentes graves, realizar un mal procedimiento de aprehensión, elaborar un informe demasiado breve que no justifique la aprehensión e incluso, en ocasiones, depende de la voluntad del policía. Con ellos es otro proceso: después de actuar, deben irse hasta los búnkeres de la fiscalía, donde se realiza todo ese proceso de revisión de antecedentes y se observa si se justifica o no la captura.

El hecho es que cada policía que llega a este lugar puede quedarse en fila más de 8 horas a la espera de su turno para poder entregar al presunto. Por lo tanto, muchos deciden capturarlo y, a la vuelta de la esquina, soltarlo bajo amenazas para no tener que enfrentarse a un desgastante proceso administrativo. Es realmente absurdo… lo sé. (Llegué a conocer a un amigo patrullero que se quedó más de 12 horas intentando legalizar la captura de alguien, tanto que finalizó su turno laboral y automáticamente le tocó volver a recibir turno, prácticamente sin dormir nada). Es un proceso que debe cambiar.

Durante por lo menos 1 año que labore en dichas tiendas pude recibir cuanta cantidad de amenazas, intentos de agresión, realizar por lo menos dos aprensiones por semana, enfrentar insultos y calumnias, sí, todo eso por un sueldo que jamás justifica lo que se hace.

Proceso de aprensión que más recuerdo

Para no extenderme tanto, voy a omitir muchos detalles. Uno de los que más recuerdo fue un día en que me encontraba en la salida hacia el parqueadero principal, cuando recibimos todos la alerta por el CCTV de que iba un presunto escapero cargado. Para aquel entonces, era de mis primeros casos, por lo que andaba demasiado nervioso. Todos estábamos a la expectativa de por dónde iba a salir; tenía 3 posibles salidas y el lugar donde yo me ubicaba era el menos concurrido, por lo que, de cierta manera, yo descansaba en que no saldría por allí. Pero, por cosas del destino, aquel presunto evitó las dos salidas principales y había tomado dirección hacia donde yo estaba.

Me encontraba en ese puesto de “Funcionarios”, así que, a medida que él se acercaba, revisaba rápidamente a los trabajadores internos para que no me interfirieran en el proceso de aprehensión. Había gente que incluso la ignoraba con tal de darle prioridad a la aprehensión. En ese momento, el individuo llegó a mi lado y no quería parar; de hecho, se veía alcoholizado. Yo, con total nerviosismo pero tratando de verme valiente, le exigí una revisión, a lo que él me expresó: “No llevo nada”. Preferí ir directo al grano. En el protocolo de aprehensión, esto jamás se puede hacer; JAMÁS se puede confirmar al 100% que la persona lleva algo, eso es juzgar y podría salirte caro. Aunque en mi caso, preferí ir al grano.

Le pedí una revisión y le dije: “Al parecer, hay algo que nuestro sistema detecta que llevas encima”. Este sujeto comenzó a mostrar nerviosismo, y de allí confirmé que sí llevaba algo. Pero, de la nada, se colocó violento y me expresó: “Revísame, pero si no llevo nada, te golpeo”. Yo ignoré sus insinuaciones, le pasé el detector de metales por la cintura y él andaba relajado, pero vi que todo el tiempo mantenía las piernas cerradas, por lo que sospeché de ello. En el momento en que se descuidó y medio abrió las piernas, le pasé el detector de metales por la entrepierna y este comenzó a alertar. De inmediato, solicité apoyo del supervisor y de todas las unidades presentes. Claro, él intentó escaparse violentamente; me empujó y trató de escapar, pero era demasiado tarde. Entre tres lo pudimos inmovilizar (sin violentarlo) y llevarlo al cuarto de procesos.

Fue aquí donde la cosa se descontroló; este comenzaba a lanzarnos puños y patadas. Recuerdo que entré en un estado de shock, debido a que afuera teníamos una multitud exigiendo transparencia (yo era quien presionaba la puerta para que él no saliera y tampoco nadie accediera, más que la policía). Para aquel entonces, había una gran polémica sobre una de las tiendas de cadena, precisamente Éxito, donde se decía que sirvió para que la fuerza pública desapareciera jóvenes durante el estallido social. Por ende, la gente se alteraba con cualquier movimiento oculto. En este momento, admito que sí andaba bien nervioso; tenía dos situaciones de peligro: afuera, la multitud exigiendo transparencia en cuanto a la liberación del presunto, y adentro, el presunto agrediendo a mis compañeros.

Pasaba el tiempo y la policía no llegaba; ya se nos estaba acabando el tiempo de aprehensión y el público cada vez se ponía más intenso, golpeando la puerta que yo sostenía. Cada 2 minutos, yo modulaba por el pinganillo al operador del CCTV: “Coss, ¿y la policía, dónde viene?” Hasta que se nos hizo el milagro y llegaron dos patrulleros, ambos encapuchados, totalmente descriteriados, que no se daban cuenta de la gente. Fue de película; llegaron abriéndose paso entre la multitud a pesar de los insultos en contra de ellos, y al ver que el presunto andaba violento, llegaron de una vez golpeándolo, lo esposaron y lo sacaron de allí a las malas.

Fotografía real de ese día.

Y eso fue todo… un día de mierda del cual no olvidaré. Peor aún, cuando terminé mi turno, andaba alerta de que nadie me fuera a agredir por el proceso, pero terminó siendo más irónico. Para aquella época, aún se sentía lo del estallido social, por lo que las protestas eran comunes. De la nada, estalló una protesta fuera del centro comercial, dejando a todos encerrados. Cuando iba saliendo por la zona más incógnita del parqueadero, nos retuvieron unos encapuchados. De allí supe que había valido un cheto, pero de una comenzaron a gasear la zona y a entrar los del ESMAD (escuadrón anti disturbios). Nos aliviamos, pero era demasiado pronto para alegrarnos; esos llegaron golpeando con su tonfa a diestro y siniestro. Por más que nos identificáramos como guardas de seguridad, también nos golpearon, hasta que pudimos salir de allí y, bueno… llegar a casa, sin ánimos de nada, vuelto nada y con la mayor decepción del mundo; nos habían dado una dosis de realidad.

La gran pregunta que muchos me hacen es: ¿cómo salí finalmente o por qué me fui? Resumidamente, salí con problemas. Me acuerdo como si hubiera sido ayer; era diciembre y estábamos en el famoso “Black Friday”. Estábamos doblados de turno debido a que dicha temporada iba hasta altas horas de la noche. A pesar del cansancio y de estar todo el tiempo a la expectativa, teníamos la moral (el grupo de trabajo) de culminar el turno sin ningún tipo de novedad. Transcurrían las horas y todo parecía normal, en cuanto a hurtos, debido a que realmente era una locura con la ocupación de la gente; tanto que, si te movías tres centímetros, chocabas con alguien. ¡Era demasiada gente! ¡Nunca había visto tanta gente demostrando su espíritu capitalista! Una cantidad desmesurada.

El caso es que todo había finalizado “sin problemas”, pero a los días comenzamos a hacer eco por parte de los encargados de todos los robos que hubo, debido a que se encontraban empaques y los operadores del CCTV tenían que retroceder en las cámaras hasta el momento del hurto. Luego nos confirmaron que, precisamente a mí, me habían hurtado dos elementos, cada uno con un valor de 890,000 pesos; era un tipo de plancha a vapor. Cuestión que me cayó como un balde de agua fría. Empecé a preguntar cómo había sido y todo. Para mayor decepción, la empresa de seguridad fue lo más poco transparente posible respecto al proceso. Me describieron a la presunta ladrona y cómo habían sido los hechos, pero nunca me mostraron imágenes o vídeos. Lo único que querían era que yo firmara un descuento de mi nómina, cuestión que no acepté hasta que no me presentaran pruebas acerca de mi omisión de revisión.

¿Y saben qué? Por los detalles que se comentaban entre pasillos, puedo recordar en ese día quién había sido la presunta: una señora de avanzada edad, con ambas bolsas grandes llenas de mercados (consumibles) de otra tienda (cosa que no vendíamos), que al momento de salir efectivamente revisé ambas bolsas y no encontré novedad alguna, por lo que la dejé seguir para no hacer mucha más cola en la salida. Esa siempre fue mi defensa.

  1. Jamás el personal de CCTV reaccionó ante el hurto (las cámaras no vieron nada en ese momento).
  2. Yo cumplí con el protocolo de revisión, que, al no verse nada, se tuvo que dejar seguir (no tengo rayos X en los ojos).
  3. Jamás se activó el sistema de alarma del local en cuanto.
  4. Teniendo en cuenta que estábamos en temporada, eran demasiadas las oleadas de gente que tocaba revisar; era casi imposible que yo pudiera hacer todo el trabajo solo, así que necesitaba un apoyo que no tuve.

Esos fueron mis argumentos que expuse en mis descargos, pero jamás firmé el descuento de mi nómina, por lo que los encargados andaban demasiado molestos, tanto que se inventaban formas de hacerme la vida imposible allí. Ahí fue cuando reflexioné sobre lo desagradecida que es esta labor; a la tienda como tal le había recuperado más de 17 millones en objetos y luego quisieron condenarme por un precio muy inferior, cuestión que no veo, poco transparente y sin respaldo. Sabía que no me merecían, por lo que renuncié y fue la mejor decisión que tomé; nunca me arrepentí de haberme salido de allí.

Para quienes apenas comienzan, les aconsejo que no se nieguen a trabajar en este tipo de lugares; tómenlo como experiencia para su hoja de vida. Más de 6 meses de labor serán suficientes para que sean aceptados en puestos de trabajo mucho mejor remunerados y de mejor calidad, por lo que vale la pena aguantar; son sacrificios de la vida que están por algo.

Y bueno… hasta acá la segunda parte de la biblia de la seguridad privada. Gracias por leer y quedo atento a cualquier corrección o agregación. ¡Saludos!

Imagen de mi propiedad y sí, ese soy yo.

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